lunes, 24 de octubre de 2011
me tienes ganada
Ocho en punto: el beso suave de mi madre me dice que ya es la hora, que los sueños se quedan en el olvido hasta la noche siguiente, ahora toca enfrentarse a la realidad. Ocho y veinte: el ruido del motor me dice que el coche me espera, que debo dejar el nido y ganarme un hueco en el cielo. Ocho y media: su voz por el telefonillo me calma, está bien, está ahí. Nueve menos veinte: las puertas del instituto me insinúan que ahora cogemos caminos diferentes. Nueve y media: el timbre, por fin, me esta esperando, tengo que ir corriendo a verla, a darle un beso. Diez menos veinticinco: vuelta a clase, se va alegre por el pasillo, esplendida, como siempre. Las horas trascurren de esta manera hasta que, a las once y veinte, con el tercer sonido del timbre, llega el recreo, media hora para mirarla, adorarla y sentirla cerca de mi, mi eterna amiga. Doce menos diez: el timbre de nuevo, no puede ser, se va otra vez, me deja consciente de que estaré pensando en ella. Otras tres horas del mismo modo, da igual la asignatura, la hora o el lugar, ella estará en otro diferente y eso lo hace monótono. Dos y media: séptimo sonido del timbre, libres, de vuelta a casa, pero un momento, es por semana, no la volveré a ver hasta el día siguiente, no, quiero que se pare el tiempo, no me quiero separa de ella. Doy un rodeo solo para estar más tiempo a su lado, demorar la despedida pero al final acaba llegando, le doy un beso y veo como se mueven sus rizos al compás de sus pasos, sin duda ya la echo de menos. Tres menos veinte: veo el coche, de vuelta a casa, dentro de unos minutos ya podré hablar con ella, algo es algo. Las horas de la tarde pasan lentas, y un poco aburridas, pero suena el teléfono y me levanto corriendo puede que sea ella, así que el esfuerzo merece la pena. Tras unos minutos hablando su adiós llega y con el la vuelta a lo aburrido, quiero verla. Once y media: se me cierran los ojos así que me acuesto, cierro el tuenti y me pongo a pensar, aparece por todos los lados, me invade y de repente los sueños cogen las riendas de mi vida. Así día tras día, siempre igual.
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